Pingüino Frog es un traje a la medida de cualquier persona que permite expresar de manera irreverente, a veces aventurada y a veces contundente lo que, por lo común, las personas cotidianas no se atreven a decir, qué digamos decir, pensar o experimentar… Es una máscara, un disfraz para el performance. Ya que ser rebelde es más que un grupo de seudo pop para oligofrénicos patrocinado por Televisa. Es más que una postura esnobista, es una forma de vivir la realidad, de criticarla, y de ser congruente con esta crítica.
Quiero que el uso de este nombre Pingüino Frog en ningún momento sea malinterpretado como un acto de plagio. Este nombre, Pingüino Frog, está tomado de un libro maravilloso, de un escritor poco reconocido aunque extraordinario, sobre todo por esa lucidez ácida que con pobre torpeza han querido remedar algunos nuevos escritores, como los del llamado ‘crack’ de la literatura contemporánea mexicana, no voy a mencionar nombres pero para mi, sólo Jorge Volpi se salva.
Fábrica de Conciencias Descompuestas (Gerardo María Toussaint, Joaquín Motriz, 1980, Serie del Volador) es, en mi más humilde opinión, uno de los libros de cuentos cortos más ingeniosos en la literatura mexicana contemporánea, en cuyas historias, independientes, aunque entrelazadas, se relacionan tres amigos compañeros de la preparatoria que se la pasan haciendo el desmadre total, reflejando claramente la crisis de las familias mexicanas clasemedieras de los setentas. Boris, Otis y Eric (este último alias Pingüino Frog), son tres amigos que inscritos en una preparatoria monosexual y católica son el punto de quiebre que evidencian con sus actos de rebeldía ingenua (desprecian y repudian casi al grado del vómito la doble moral en la que se sumergen sacerdotes (el padre cochís) sus compañeros, sus respectivas familias. Los tres son tratados como si tuvieran una enfermedad contagiosa y se avientan el conocido viaje al sacerdote, para que les saque al diablo, al psiquiatra, para que con pastillas les abran las puertas a la felicidad catatónica y mediocre. Se revelan los primeros escarceos y escapadas a moteles para hacer el amor (nos vemos a las cuatro en casa de Mónica) y los encuentros recurrentes que Otis, Boris y Eric tienen con las drogas, especialmente las que en los setentas eran la moda y que ahora ya son consideradas románticas: alcohol, mariguana (mucha, muchísima mota) hongos, LSD, pastillas psicotrópicas, cocaína. Ellos son los clásicos jóvenes trasgresores (pero ¿qué joven no es un clásico trasgresor?) que en algún momento encontrarán la seriedad necesaria (más por aburrimiento del desmadre que por otra cosa) para finalmente transformarse en personas normales (¿qué es lo normal?) y ser absorbidos por el stablishment de la vida adulta: trabajo, matrimonio, hijos, etc. aunque el libro jamás nos muestre ese desenlace .
Así pues, el uso de este nombre, es, o intenta ser un mínimo y humilde homenaje a este personaje tan peculiar inventado por Gerardo María llamado Eric, que es, de los tres amigos el más prudente (o el menos trastornado) aunque casi siempre sea arrastrado gracias a una solidaridad férrea a participar en todos los actos delictivos que Boris y Otis planean para ponerle un poquito de sal a su vida.
Que esta justificación de ¿por qué o quién es pingüino frog? sirva para que los lectores ávidos de una lectura refrescante y divertida encuentren una recompensa. Fábrica de Conciencias Descompuestas es un libro imprescindible que nunca va a decepcionarnos.
P.F.