Atendido por ciegos, Unsicht-Bar, en Colonia, Alemania, ofrece esa experiencia única
Comer a oscuras, vivencia sensorial que intensifica el placer del sabor
Idea del sicólogo Axel Rudolph, el restaurante abre al público el mágico mundo de los invidentes
El menú presenta los platillos a manera de adivinanzas; hay el vegetariano, de aves y cordero
EVA USI ESPECIAL
Berlín, 22 de noviembre. Nada de espectacular tiene la fachada que revele lo especial del local. Sólo el nombre Unsicht-Bar, juego de palabras que significa invisible, despierta la curiosidad. Al acercarse a la recepción se encuentra uno ante un menú que parece un acertijo. «Escarbar la tierra con las manos en el jardín de hortalizas de la abuela.» A manera de adivinanzas se presentan los platillos de seis menús a elegir: vegetariano, de queso, aves, mariscos o cordero. Por si no fuera suficiente misterio, también se puede optar por el menú sorpresa.
El restaurante de Colonia sirve a sus comensales en absoluta oscuridad. El lugar promete una experiencia única en el mundo sensorial del invidente, que estimula la fantasía e intensifica la percepción de los sabores, los olores, el tacto y el sonido. Es pionero en la llamada gastronomía vivencial, que experimenta auge en Alemania y otros países de Europa. Desde que abrió sus puertas, en 2001, han seguido su ejemplo otros restaurantes en Berlín, Hamburgo, y también en Austria y Suiza.
La idea fue del sicólogo Axel Rudolph, quien entró en contacto con el mundo de los ciegos al investigar la influencia de los sonidos en el comportamiento del consumidor, su tesis doctoral hace años. «Desarrollan otros sentidos como el oído, pero también el olfato y el tacto. Eso les permite hacerse muy rápidamente la idea de un lugar o de la situación que viven, cuántas personas hay, si el ambiente es agresivo o hay buenos ánimos», dice Rudolph para La Jornada.
El empresario trabajó de diseñador de sonido en distintas exposiciones para organizaciones de ciegos y, junto con Andreas Heinecke, desarrolló el concepto de la muestra Diálogo en la Oscuridad, que desde 1989 ha sido expuesta en 70 ciudades europeas y se exhibe actualmente en el Museo del Papalote, en México.
Trastoca la realidad
Igual que la exposición, el restaurante Unsicht-Bar trastoca la realidad abriendo al público la posibilidad de percibir el mágico mundo de los ciegos, que en Colonia son protagonistas. Son guías y acompañantes de los comensales en su aventura en las tinieblas, intercambiando papeles con ellos. Según Rudolph, inicialmente la gente tiene temores al llegar. «Con días de anticipación piensan cómo será comer en la oscuridad, si será mejor ponerse ropa vieja por si se manchan, pero luego descubren que es mucho más fácil de lo que se imaginaban. Salen eufóricos», dice.
Nuestra mesera es una joven menuda de origen turco que sube y baja escaleras con gran agilidad. Sus enormes ojos negros no revelan la deficiencia visual que tiene. Al hablar fija la mirada en su interlocutor. Se llama Ceva y da indicaciones antes de penetrar al salón: «Prohibido fumar, usar encendedores, celulares o relojes digitales. En la absoluta oscuridad la pupila es tan grande como el iris y el mínimo estímulo de luz puede lastimar la vista». Los meseros que trabajan aquí, siete personas, tienen ceguera total o parcial.
En fila india y tomados de la mano entramos a la negrura total a través de una cámara con dos puertas que hace la función de esclusa. Adentro uno se sumerge en un mar negro y sonoro. Anda a tientas, midiendo cada paso. Al perder la visión el oído crece, trata de atrapar ruidos al vuelo, un concierto de platos y cubiertos, de voces y risas lejanas. Mesa 10, al llegar nuestra guía lleva nuestras manos a unas sillas.
No son murmullos en la oscuridad lo que se escucha, como uno esperaría. Uno alza la voz, grita al hablar. Ceva anuncia las bebidas, que coloca sobre la una de un reloj imaginario, que es el plato. La comunicación, además de verbal, es con las manos. «¿Dónde estás?», pregunta mi acompañante, que busca mi mano para brindar. Ceva trae un plato rebosante de ensalada que coloca ante mí. Elegí el menú vegetariano pensando en que es lo más difícil de preparar sin ser aburrido. Para mi sorpresa cada bocado es un estallido de sabor, cada uno diferente y más intenso que el anterior. Reconozco el sabor de un corazón de alcachofa, de pepitas de calabaza.
La cena es exquisita. «La comida tiene una preparación sencilla y natural, es de orientación integral», dice Ceva. La experiencia culinaria y sensorial se presta para ocasiones especiales. El lugar ofrece cenas empresariales, despedidas de solteros, y ahora cena de Navidad y Año Nuevo, pero hay que reservar con meses de antelación; tiene localidades agotadas hasta fin de año.
Programa especial para solteros
El restaurante de Berlín ofrece un programa especial para solteros los miércoles y viernes: La verdadera cita a ciegas. Se ha vuelto imán de hombres y mujeres que se encuentran a oscuras sin conocerse y, si se caen bien, continúan la velada en el contiguo Frühling-Bar Bar Primavera , donde pueden verse por primera vez.
«Hemos tenido de todo», cuenta Ceva. «También aquí hay cita a ciegas y no faltan las anécdotas, pues a veces no funcionan; entonces ayudamos a salir a la persona, si lo desea, en anonimato.»
Hay que llamar a Ceva para que nos lleve nuevamente al mundo visual. La experiencia ha sido un sabor apenas de lo que es la ceguera, palabra que tiene connotación negativa, sinónimo de ignorancia y desorientación: amor ciego, tomar una decisión a ciegas, odio ciego, etcétera. Tampoco los ciegos son necesariamente minusválidos que merecen compasión, pero sí se encuentran excluidos de una sociedad dominada por imágenes.
Ayudan a superar miedos
Se estima que en Alemania viven unas 700 mil personas ciegas o con deficiencia visual grave. Sólo 30 por ciento trabajan y llevan una vida más o menos normal. Los meseros del Unsicht-Bar se encuentran en este grupo. Son también sicólogos que ayudan a los comensales a superar sus miedos. «A veces tengo que tomarlos de la mano, describirles el lugar donde están, o inclusive abrazarlos y darles ánimos. Por lo general funciona; después se ríen y salen encantados», dice Ceva.
«Los ciegos son capaces de hacer mucho más de lo que suponemos; siempre me sorprenden», explica Rudolph y recuerda a uno de los meseros que, sin recurrir a ningún instructivo, es capaz de reparar cualquier aparato eléctrico. La mayoría no viven en Colonia y tardan horas en ir y volver a su casa. «Necesitan aproximadamente una semana para aprender el camino de la puerta de su casa hasta el restaurante y de regreso. Tienen una increíble habilidad para reconocer el camino a través del tamaño de las aceras, del borde de una esquina, para reconocer una bicicleta en el camino. Ya están acostumbrados a ser autosuficientes.»
Rudolph ha vendido el restaurante colonés y busca nuevos desafíos en ultramar. Habla español y le gustaría abrir un restaurante en México, busca un socio. Tal vez alguien que entienda esa frase de Antoine de Saint-Exupéry: Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
Para mayor información: [email protected], http://www.unsicht-bar.com
Artículo tomado del periódico La Jornada, México, D.F. 23 de noviembre del año 2006