La vida regida por el ridí­culo :: Todo se puede en México…

La vida regida por el ridí­culo

recomendaciones cinematográficas

octubre 30th, 2006

Recomendaciones Cinematográficas

El exilio de Gardel ‘Tangos’ (Fernando Solanas) 1985

El Lado Oscuro del Corazón (Eliseo Subiela) 1992

Esta semana la lista de recomendaciones se engalana con dos propuestas muy interesantes del cine Latinoamericano, particularmente argentino.

Nuestra primera recomendación El exilio de Gardel es una película que tiene un estilo muy particular, muy teatral, donde Fernando Solanas, con gran maestría nos muestra todos los problemas y contratiempos que tienen unos inmigrantes ilegales en París debido a la dictadura de finales de los años setenta en Argentina.

A la vez, una parte de estos inmigrantes se dedican al teatro y la película trata también de los preparativos de una puesta en escena que ellos bautizan como ‘tanguedia’. Gran música de Astor Piazzola , una excelente fotografía, es una película que sin duda va a gustar

El lado Oscuro del Corazón de Eliseo Subiela para mi es una de las películas más interesantes y mejor logradas que he visto de algún director latinoamericano, es una propuesta que juega con ese ‘realismo mágico’ tan de moda hoy en día, ese jugar con la mezcla de la realidad y la ficción que al final da como resultado una verdadera innovación en lo que se refiere al la forma de contar el argumento de la película. Las actuaciones son excelentes, la fotografía es para destacar y el guión de la película cautivara a más de algún curioso que guste de leer autores como Oliverio Girondo, Mario Benedetti o Juan Gelman. Eliseo Subiela también es el director de ‘Un hombre mirando al Sudeste (1986)’.

Espero que las disfruten. Aunque la mejor opinión siempre será la de ustedes.

P.F.

un sueño

octubre 26th, 2006

  

  

Han llegado, puedo sentirlos, su frío, su dolor, su soledad. Me despiertan con una caricia en el hombro Ya son más de las doce, me informan. Abro los ojos con algo de dificultad y los veo flotando, ahí, a un lado de la cama. Han llegado, han llegado para darme un mensaje desde la otra frontera, han venido para decirme que mis muertos están preocupados, que están inquietos porque me estoy acercando peligrosamente a los límites. Me hablan en una lengua desconocida pero que sin embargo comprendo perfectamente. Me siento a la orilla de la cama para verlos mejor, me tallo los ojos para verificar que estos no me engañan. Los espectros me son completamente desconocidos, ni por asomo logro identificarlos; quiénes podrán ser. No puedo evitar relacionar esta aparición con Dickens. No dejo de sentirme un Scrooge víctima de los tres espíritus de la navidad, aunque, estos que hoy han venido son cinco.

  

Uno de ellos trae un portafolios que abre para darme un cilindro que supongo es de metal, pero cuando lo pone en mis manos siento que me quema como hielo. Pienso que es un telescopio, más bien es como un caleidoscopio. A señas el espectro me pide que vea a través del ocular, y en ese momento pude observar con asombro todos los momentos felices de mi vida, los más felices, llenos de completa plenitud y alegría, absolutamente todos. Me quedo sin habla, pasmado antes esos momentos, algunos ya enterrados en el cementerio del olvido, de la sin memoria. Me siento completamente sobrecogido por esas visiones, por la presencia de estos mensajeros, me quedo sin gritos. Apenas un pequeño escalofrío, que se asemeja más a un temblor, hace estremecer los rincones más escondidos de mi piel, las lágrimas salen como gotas de una estalactita de invierno fundiéndose en pleno deshielo.

  

No, no puedo seguir mirando, no sé que hacer con estas visiones que los fantasmas han traído hasta aquí, dejo caer el cilindro de mis manos y se quiebra como si estuviera hecho de láminas de azúcar. Llevo las manos al rostro, trato de llorar con fuerza pero, sólo unos sollozos son capaces de abandonar mi boca. El espíritu ríe con la carcajada más terrible que mis oídos hayan conocido. En ese momento es donde el miedo se empieza a apoderar de mi, como si mi cuerpo empezara a ser escalado por un millón de hormigas.

  

Uno de los fantasmas se acerca cariñosamente y seca mis lágrimas con la punta de sus dedos sin carne al tiempo que otro, al parecer el más joven, introduce el dedo en una de las cuencas de sus ojos vacíos y obtiene un pigmento de color naranja con el cual pinta un signo desconocido en mi frente.

  

Todos me rodean, cada vez más próximos, empiezan a cerrar el cerco. Cae un rayo fuertísimo, que hace que se ilumine toda la habitación, la ciudad entera. Empieza a llover de una forma desproporcionada, los espectros ríen de mi condición indefensa.

  

  

Despierto, jadeante. Me doy cuenta que está lloviendo, los truenos y los relámpagos caen sin fin. Estoy sudando, respirando de manera acelerada, me levanto de la cama y los fantasmas no están ahí, miro a través de la ventana y veo un cielo de nubes muy bajas de color rojo intenso, pienso que nunca había visto el cielo así, jamás en mi vida, y no dejo de pensar que tal vez sea un augurio de algo que no tardará en acontecer.

  

Me quito la playera empapada de sudor, casi al grado de poder exprimirla. Acerco el vaso de agua a mis labios que siento secos, blancos. Tomo un sorbo y un reflejo de ahogo me hace toser. Voy al baño, enciendo la luz y me miro al espejo, me veo cansado. Reviso mi frente y no veo ningún signo pintado de anaranjado. Fue un sueño, todo fue un sueño, respiro, con largas pausas, aliviado.

  

Afuera sigue la lluvia, el cielo color rojo no deja de llamarme la atención, no deja de preocuparme,   aunque sea un poco. Vuelvo a la cama para tratar, otra vez, de dormir,   miro el techo unos minutos, escucho la lluvia golpeando la ventana, pienso en el sueño que acabo de tener, ciertamente extraño, no podría clasificarlo como una pesadilla, pero recordarlo, o tratar de recrearlo, me causa cierta incomodidad. Cierro los ojos, respiro profundamente, uno, aaaaaaaah, dos, aaaaaaaah, tres, aaaaaaaah, cuarenta y siete, aaaaaaaaaahh, doscientos ochenta y dos, aaaaaaaaahh, cuatrocientos cinco…

  

  

( ……………….. )

  

  

Están aquí, otra vez. Pensaba que se habían ido, pero están aquí. Siento frío, mucho frío, mis dientes castañean, trato de abrir los ojos, despertar, no quiero verlos de nuevo, no quiero volver a soñar con ellos, no puedo, no puedo despertar.

  

Abro los ojos, están ahí, aunque, solamente dos.

  

Me siento en la cama, quiero hablarles, preguntarles qué quieren, pedirles respuestas, uno de los espectros me pide a señas que guarde silencio, que no diga nada. No sé qué hacer, si levantarme y salir corriendo, (¿estoy despierto, estoy dormido, estoy muerto?) o hacer lo que me piden. Es terrible no darse cuenta qué es lo real, es la primera vez que tengo esta sensación, me siento completamente desvalido, que estoy a un resbalón de perder completamente la razón.

  

Uno de ellos me da un pequeño sobre de papel manila, lo recibo, lo abro, con más miedo que cuidado, hay algo ahí. Un dedo cercenado que tiene un anillo de compromiso puesto. Me quedo literalmente sin sangre cuando reconocí ese anillo,   yo lo había dado a alguien hace algunos años, el compromiso se había roto y aunque la persona en cuestión quiso regresármelo nunca pude aceptarlo de vuelta. ¿Para qué? Claro que no había olvidado el asunto pero con el paso del tiempo ya se había vuelto algo aceptado, algo que pertenecía al pasado. Pero en ese momento era la visión más espantosa que jamás he tenido y, además, el hecho de reconocer el dedo. Este estaba casi negro, lleno de pequeños gusanos, aunque la uña conservaba todavía el esmalte color rojo.

  

  

Cerré los ojos y otra vez el llanto no llega, se atora, otra vez el grito desaparece en el laberinto ciego de mi garganta, dejo caer el dedo sobre las sábanas, el anillo parece que me mira. Pero eso no era todo, adentro del sobre había un pequeño papel de reciclado hecho con esas hojas luminosas que caen de los árboles en el otoño. En él estaba escrito: ‘no olvides que este dedo lo cortaste, tú’
  

Verdaderamente no sabía qué hacer, ¿lo había cortado yo? ¿qué? ¿cómo? Se acerca el otro fantasma pidiéndome que no llore, qué no todo estaba perdido.

  

¿Perdido?
  

Quiero despertar pero no sé si ya lo he hecho; y si estoy despierto, quiero cerrar los ojos y dormir, soñar otra cosa, no soñar.

  

El fantasma me acerca una caja envuelta en papel para regalo, adornado con un listón negro muy brillante. Tomo la caja con más miedo que el sobre, pero también con una curiosidad irrenunciable. El espectro me sonríe como para darme confianza ¿Abro la caja? ¿La caja, realmente, está en mis manos?
  

En ese punto, la capacidad de mis reacciones emocionales o físicas se encuentran   completamente rebasadas, fuera del alcance de mi voluntad, de mis decisiones conscientes. Rompo la envoltura con descuido y desesperación, como si fuera un niño abriendo el primer regalo que recibe en su séptimo cumpleaños. Veo que el papel tiene impresas pequeñas fotografías color sepia con todos los momentos más terribles y desoladores de mi vida, de toda mi vida, toda.

  

  

El fantasma me anima para abrir la caja, pone su mano terriblemente fría en mi cabeza, como lo hace un abuelo con su nieto para demostrarle cariño. Abro la dichosa, la maldita caja. El contenido me parece completamente extraño, pero a la vez tan conocido. En su interior hay un habano, una estampa de la virgen, tres cartas del tarot que conozco bien: El Diablo, El Colgado, El Loco, una pequeña veladora, un poco de mirra, una carta del As de espadas, una botellita de aceite perfumado de jazmín, una estampa de La Mano Poderosa y del Sagrado Corazón, unos caracoles de mar, unas piedras: de jade, obsidiana y una que particularmente reconozco, era una piedra que pertenecía a una colección que tenía mi padre que, a su vez, le había regalado mi abuelo y, cuando yo era niño, por jugar con ella, la había perdido, no sé, tendría 8 o 9 años, realmente no recuerdo. Mi padre no me regañó, pero me habló de una forma que hacía evidente su decepción, como nunca lo escuché en mi vida.

  

  

Adentro también hay un papelito doblado en cuatro, papel delgado, de arroz. Tomo el papel y con resignación lo abro viendo al fantasma a los ojos. El papel dice:

  


  

                       ‘Esto que parece un sueño,
                       no lo es
                       esta caja contiene tesoros que van a protegerte
                       si es que todo lo haces bien,
                       al pie de la letra…

                       no huyas del   miedo
                       recuerda
                       este, siempre,   nos salvará la vida
  

                       Esta no será la única visita
                       prepárate
                       duerme profundamente
                       así será más fácil visitarte’
  

  

  

Abro los ojos, la luz de la mañana se cuela a través de la ventana, es otro día, llegó el día siguiente, ese que no sabemos si será el último. Me siento completamente agotado, el cuerpo me duele, me siento enfermo. Sigo acostado, tratando de reconocer los objetos de mi habitación, de digerir el sueño, o pesadilla que acababa de experimentar.

  

Todo había sido tan real, el horror nunca se había manifestado en mi como la noche anterior, qué extraño sueño, perturbador, puedo recordar los mínimos detalles, cuando normalmente en los sueños todo ocurre de manera borrosa, indefinida, donde las visiones se traslapan y se confunden y al día siguiente es casi imposible recrear todo con exactitud. No es mi caso, el sueño está aquí, permanece como una imagen capturada en una fotografía.

  

Ya, un poco más despierto, no puedo evitar reconocer un cierto olor desagradable, ácido, sutil pero constante, me pregunto con extrañeza qué es lo que puede ser. Huele como a, no sé, como si un pequeño ratón hubiera muerto debajo de la cama hace tres días. Por puro acto reflejo levanto la cabeza de la almohada y meto la mano por debajo y lo que siento me deja helado, siento que mis sienes empiezan a latir de manera desbocada.

  

Es el sobre de papel manila de mi sueño, y al tocarlo, inmediatamente sé que hay adentro, el olor es soportable pero pútrido. Meto la mano y, sí, efectivamente, el dedo con el anillo está ahí,   me levanto de un salto de la cama con un estertor de pánico, tiro el dedo hacia no sé donde.

  

‘No olvides que este dedo lo cortaste, tú’
  

No puede ser, no puede ser, no…En ese preciso instante, cuando aun tengo el corazón a punto de parar, veo que a los pies de la cama está la caja, la pequeña caja de madera como para guardar habanos y tirado en el piso los pedazos del papel de la envoltura. Me acerco, con un horror apenas soportable, pienso que estoy a punto de sufrir un ataque, pero no puedo soportar la curiosidad aplastante que me embarga y, desde luego, haciendo uso de fuerzas heroicas abro la caja y ahí está todo. las estampas, las piedras, el aceite de esencia de jazmín, las cartas del tarot, aunque la del Diablo tiene la esquina superior izquierda quemada. Suelto la carta, la caja, los caracoles estallan contra el piso, el contenido salta hacia todas partes de mi habitación.

  

  

No me queda otra más que caer de rodillas y llorar, ahora sí, llorar como nunca lo hice y nunca lo haré, con la desesperación propia de los condenados…

  

  

  

‘Esto que parece un sueño, no lo es…’
  

  

P.F.

  

  

  

  

  

  



  

  

recomendaciones cinematográficas

octubre 17th, 2006

Intimacy ‘Intimidad’ (Patrice Chérau) 2001

Biter Moon   ‘Luna Amarga’ (Roman Polanski) 1992

Estas son dos recomendaciones para reflexionar sobre el sentido ó la naturaleza del amor, ó de lo que pensamos qué es lo que puede ser el amor. Películas perturbadoras, que nos mueven nuestro punto de encaje, que nos hacen dudar sobre la certeza de que el amor puede ser para siempre, de que el amor lo puede arreglar todo. Más bien, nos enseña la otra cara del amor, de esas relaciones que lo pueden descomponer todo, hasta el grado, algunas veces, de la muerte.

Patrice Chérau es mejor conocido por su película La Reina Margot (1994).

Roman Polanski , monstruo cinematográfico. Escogí para su debut en la lista, para mi, su mejor película: Biter Moon ó Luna Amarga, sin duda la mejor actuación de Hugh Grant en toda su carrera. Roman Polanski es el mismo director de Le Locataire ‘el inquilino’ (1976) Tess (1979) y China Town,’Barrio Chino’ (1974) por mencionar algunas y no la trillada Rosemary ´s Baby (1968) ó de sus últimas producciones The Pianist ‘el pianista’ (2002).

En ambas propuestas las actuaciones son redondas, convincentes, tormentosamente reales, impresionante las interpretaciones de Emmanuelle Seigner   y Peter Coyote en Biter Moon. Sin duda dos películas sobrecogedoras que nos dejaran con algunas preguntas en la cabeza y el corazón

Aunque su opinión, al final, siempre es la que cuenta.

P.F.

Sabadazo

octubre 13th, 2006


Estás acostado en el centro de tu cama, miras el techo, le descubres no sabes cuántas manchas, formas que nunca habías visto, grietas. Será que otra vez no vas a dormir, será cierto?

Son las 12:15 de la noche, sales de la casa y empiezas a caminar hacia el centro, sólo once cuadras te separan de la catedral. La calle esta silenciosa, después de las 10:00 se pone como cementerio, como pueblo fantasma, sólo los perros callejeros te salen al paso para ver si tienes compasión y te los llevas a tu casa; más bien quisieras que fuera al revés, que te llevaran con ellos a vivir una vida de vagabundo, que te hicieran hombre libre.

La policía otra vez pasa muy despacio con sus farolas apagadas, te miran retadoramente a ver si te pones nervioso, pero no traes broncas y además, en esos momentos nada podía ponerte nervioso. Se fueron, dando vuelta a la izquierda en la siguiente esquina, tú seguías tu camino, tratando de ver en que lugar podrían ofrecerte unos tragos de peligro.

Llegaste hasta la plaza de los mariachis, nada. Qué penosa la plaza de los mariachis en Guadalajara, qué fétida y podrida, qué espanto estar ahí, casi como dormir en la misma cama con un cadáver de tres días, piensas. Por qué estás ahí, ¿para verificar que otros de verdad tienen una vida peor que la tuya?, ¿para sentirte un poquito mejor bajando de vez en cuando a oler la mierda y así darte cuenta que tus problemas son solo problemas de niño consentido y emberrinchado? o será que ibas ahí porque pensabas que alguien podría hacerte el favor de ‘mandarte al otro barrio’ por culpa de un descuido, una estupidez, como tumbarle el trago por accidente a un borracho aprendiz de narco.

¿Qué estabas haciendo ahí siguiendo los pasos de tus consejeros del infierno? Pero es que, ya nada importaba, no te dabas cuenta de la suerte con que contabas al tener la vida que tenías. Sí, un tanto accidentada, pero te gustaba el drama, te gustaba pensar sólo en polaridades, en principios y en fines, sin matices, y eso no ayuda cuando se trata de sobrevivir al desamor, a esa herida en llamas que parece nunca se apaga.

Te fuiste de ahí caminando por la calle de Obregón, subiendo, dirían los propios de guanatos y seguiste mirando los aparadores de la galería nocturna: niñitas de escasos 14, 15 años prostituyéndose ‘güerito que vas a llevar, acá es donde   está buena la fruta mi amor’ ahora son otros perros los que te escoltan, te impresiona la fidelidad o más bien la necesidad que tienen porque se le pegan a cualquiera, incluso a ti.

No sabes como llegaste al lugar, desde luego oscuro, con luces a medio morir, olía a orina vieja con naftalina, la barra parecía el mejor sitio para sentarse. Y empezaste tu ritual de auto flagelo, vodka tonic, por favor. Después de tres vodkas el lugar empezó a tomar cierto color, el olor a naftalina y drenaje desapareció, la oscuridad ya no lo parecía tanto y como que empezabas a relajar el cuerpo y el corazón se sentía un poco menos constipado, parecía que lo lograbas, eran las 2: 17 de la mañana y todo sereno.

Sábado en la madrugada, preguntaste que a qué hora cerraban, te dijeron que a las 2:30 pero como era fin de semana la policía les daba chance de cerrar más tarde, claro que pagando la cuota todo se arregla, te explicaron, pero ya estamos cerrando joven, el último? aceptaste y a la vez pediste la cuenta.

En ese momento se acercó a la barra un señor de unos 50 o 55 años calculaste, a pedir un trago más y también aprovechó el viaje para platicar contigo, pero más que hablar como que murmuraba cosas incomprensibles, como si te estuviera hablando en   mitad español y mitad caló con arameo. Su aliento olía como si llevara bebiendo 10 años consecutivos, no lo dudaste, de hecho, se le veía. Un tipo bajito, viejo, alcohólico, que estaba ahí, acaso por las mismas razones que tú, no te interesaba.

Pero el estaba esforzándose para que sí te importara su vida apagada y mediocre, porque hasta entre los que quieren   tocar fondo hay niveles, no todos sufren de la misma forma. algunos como tú piensan que su dolor existencial es el único.

El hombre insistía que le pusieras atención jaloneándote del brazo, poniendo una mano en tu hombro, tú trataste de ignoralo, intentaste soportar sus embates inoportunos con serenidad y prudencia, pero no querías escucharlo ni ser el paño de lágrimas de un borracho que ni sabías quién era ni de qué estaba hablando, completamente perdido, ahogado, dirías tú.

Apurabas el trago para irte y el señor se dio cuenta, porque pareció que se sintió ofendido; qué, ya te vas, no quieres platicar conmigo, qué te crees mejor que yo, TE CREES MEJOR QUE YO levantaba la voz, el cantinero le dijo al hombre que se calmara y dejara de molestarte; de cualquier forma ya iban a cerrar. El tipo dijo que no quería irse y que le dijeras por qué te creías mejor que él, que sus historias debían importarte. Tu expresaste un seco déjeme en paz, no me interesa lo que me diga,   y no, no me creo mejor que usted.
  

En ese momento el hombre sacó una pistola que traía guardada en los pantalones, y te la puso en la boca del estómago, para sorpresa de todos, del cantinero, de los meseros. Yo te voy a enseñar a escuchar a las personas pinche pendejo, a que ahora si me vas a escuchar, no que no…
  

Sentiste un sensación entre frío y calor, junto con unas ganas imperiosas de vomitar, mientras, el hombre seguía empujando la pistola contra tu abdomen. En dos segundos reflexionaste sobre todos los errores que habías cometido en tu vida, estar ahí fue clasificado como uno de los principales. Por primera vez en muchos años pudiste apreciar con claridad la línea de peligro donde te habías parado tantas veces.

Todo quedó estático, en silencio, no podías escuchar nada de lo que estaba pasando, veías los labios del hombre moverse en cámara lenta   No entendías con qué facilidad te habías metido en esa trampa, todavía con la pistola en tu abdomen, y tú apretabas los dientes esperando que en cualquier momento se le disparara el arma.

Fue tan rápido, uno de los meseros que había estado observando tomó la mano del hombre por detrás, forzándolo a levantarla, retirándola de tu estómago, por el forcejeo algunos tiros, no puedes precisar si fueron 2 o 3 o 100, se le dispararon, con una rapidez inaudita el cantinero saltó del otro lado de la barra para ayudar a su compañero a someter al tipo, tú ya estabas caído en el piso debajo de una de las mesas revisándote el cuerpo con ambas manos para saber si no te encontrabas herido, el hombre soltaba improperios en medio de su alucinación alcohólica mientras terminaban de quitarle el arma y sujetarlo para que no escapara.

No supiste cómo   fue que la policía apareció de inmediato, tal vez 1 minuto después de los disparos entrando al lugar para verificar qué estaba pasando, seguramente pasaban por ahí y escucharon.

Tampoco por qué a todos los clientes que estaban en el lugar, eran como cinco, se los llevaron a la estación de policía, aunque tú te esforzaste en decir que a ti te habían apuntado y que no habías hecho nada los policías argumentaron que eso se iba a aclarar en la estación, no te esposaron, pero te metieron en el asiento de atrás de la patrulla con otro de los clientes que estaba ahí, huuuuy qué mala onda, nos van a llevar al bote, pero, por qué a nosotros,   por culpa de ese pendejo, oye güero, pos qué le dijiste…
  

No, si el problema, precisamente, fue ese, que tú no le habías dicho nada, o no habías querido decirle nada. Ora si ya nos tocó el sabadazo, aaaaaaah hace mucho que no me tocaba, vamos a salir hasta el pinche lunes mi güero y todo por culpa de ese güey…
  

Después supiste que tu compañero de patrulla y después de celda se llamaba Rubén, el también se encontraba solo, bebiendo, tal vez por las mismas razones que tú, pero no quisiste profundizar en los detalles de su vida.

No era la primera vez que te metían al bote, era la segunda, pero qué segunda, con disparos y todo. El resto del sábado y el domingo completo estuviste tratando de encontrar la respuesta de cómo había sido posible que te hubieras metido en ese embrollo, que sin duda y de no haber sido por el mesero que le quitó al señor el arma tal vez no le estarías contando a Rubén a qué te dedicabas, qué hacías, por qué estabas en ese bar en la madrugada.

Él te escuchaba con la atención que ponen los niños cuando les estás leyendo un cuento. Rubén era franelero, lavacoches, vivía con una chica que lo dejó por otro y pues andaba triste y se fue a echar unos tragos madrugadores. Sí, te diste cuenta que de alguna manera, cojeaban de la misma pata.

Saliste junto con Rubén hasta el lunes en la mañana. Del hombre de los disparos jamás volviste a saber de él. Regresaste a tu casa y tu compañero estaba que echaba chispas del enojo y la preocupación, tú le contaste todo lo que te había pasado, te miró con ojos compasivos y te dijo que habían llamado de tu trabajo y él les había dicho que estabas dormido porque andabas enfermo, y que definitivamente no podías ir a trabajar.

Tuviste diarrea los tres días siguientes después de salir de la cárcel, no supiste si fue por el bolillo con frijoles que te dieron de comer los policías durante dos días, o había sido por el susto del predicamento en el que te habías metido. Trataste de seguir con ‘tu vida normal’ como si nada hubiera pasado…

Estás acostado en el centro de tu cama, miras el techo, le descubres no sabes cuántas manchas, formas que nunca habías visto, grietas. Será que otra vez no vas a dormir, será cierto?

P.F.     

  

recomendaciones cinematográficas

octubre 10th, 2006

Y la nave va (Federico Fellini) 1983    

El cocinero el ladrón su esposa y su amante (Peter Greenaway) 1989
La ciudad de los niños perdidos (Jean Pierre Jeunet) 1995

Esta semana voy   proponer tres películas que tienen un lenguaje visual particular, una fotografía impecable, de verdad, para destacar.

No voy a referirme a la extensa obra de Fellini en particular. Pero no será su única presentación en la lista. No es un director que idolatro pero me fascina su punto de vista, su propuesta visual y las historias que escoge para proyectar, es un monstruo del cine y esta película en especial   Y la nave va ciertamente es un reto, llena de simbolismos, laberíntica,   pero sin duda, es una película que vale la pena.

También Peter Greenaway es un director que ya, ahora, se le reconoce plenamente, pero sus películas también son una especie de reto mental, un cine muy teatral donde la temática no necesariamente tendrá que ser la forma. Los actores siempre desequilibran con sus interpretaciones, ahí está la mano de Greenaway; en siempre proponer conceptos estéticos que ya son muy de él, de su estilo: la fotografía, la iluminación, los colores, los planos, la música…su genial dramatismo. El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante son muestra de todo lo anterior; la película más perfecta y más audaz de este gran director galés.

Jean Pierre Jeunet es un director que saltó a la fama mundial con Amelie, pero que para mi, en cierta forma, también lo hundió.

Amelie es una película buena, con el estilo más preciso y depurado de Jeunet pero la historia no termina de levantar nunca, es una película interesante para ver pero no para comparar con las mejores y anteriores de Jeunet. La ciudad de los niños perdidos es una película deslumbrante, con un estilo de muchos contrastes, el tema, imprevisible, la película avasalla nuestra atención desde los primeros momentos. Así pues, concluimos que Amelie en una muestra de un Jean Pierre Jeunet Light especial para triunfar en el mercado de Holliwood. Y lo hizo.

Espero que se ‘recupere’ de su ‘éxito’.

Tres historias que también comparten un tema especial: el surrealismo, o no sé si esto lo sea, la mejor opinión es la de ustedes.

P.F.

  

a cambiarse de planeta

octubre 6th, 2006


De plano me tuve que ir a dar una vueltita a la manzana para calmar los nervios, tuve que salirme de la oficina para sentir un poquito el fresco, agradable.

Viernes de cielo azul con sol…

Esta mañana pude sentir la presencia del otoño apenas manifestándose, parece que el verano se ha estado despidiendo en los últimos dos días, este viento parece el anuncio de su fin.

Y tuve que salir porque últimamente cometo el error de leer todas las mañanas las noticias por Internet, ya no sé si lo hago por morbo o tortura y porque siento la necesidad de estar ‘bien informado’ (sic). Pero cada día juro que ya no lo vuelvo a hacer, y tengo que reconocer que es el morbo lo que me empuja, ya de plano el puro pinche morbo, para abrir el explorador y aventarme algunos periódicos nacionales y extranjeros para darme cuenta que este país de verdad es el país dónde todo, pero de verás, todo, puede pasar, suceder, ser, existir, resistir, coexistir.

Quiero cerrar los ojos para no ver tanta estupidez desbordándose, pero tanta, que parece baba de gigante cayéndonos en catarata, porque si la estupidez doliera nuestro gobierno, nuestros representantes, los que deciden nuestra vida y nuestra muerte el índice de nuestro salario mínimo, vivirían en un grito eterno, infinito.

Entonces me salgo a caminar para pensar en las cosas simples de la vida, (¿qué son las cosas simples de la vida?) a fumarme un cigarro, a no darme cuenta, a ignorar que vivo en el país del mago magusín, en el país de las cosas increíbles.

Para qué ir a pagar por ver El Ilusionista de Edward Norton, si aquí ya tenemos a los nuestros.

No quiero pensar ni en Oaxaca, ni en Atenco, ni en Pasta de Conchos, ni en los ilegales ahogados, ni en los niños o los viejos de la calle, ni en la desigualdad ni en la pobreza ni en la impunidad ni en la doble moral ni en el sarcasmo ni la hipocresía ni en la mentira ni en el gran capital ni en nada, nada…

Sólo salir a caminar con la mente en blanco, tan sólo una vuelta a la manzana para tranquilizar la taquicardia de la conciencia.

Pero parece que esto no se acaba ni se acabará, porque la rutina de mi morbo se repetirá, de seguro, el próximo lunes y así, así, así…

Bueno ya descansaremos de bien a bien cuando nos cambiemos de planeta.

Ah, no se puede, lo olvidaba.

P.F.

hoy tengo un sueño

octubre 4th, 2006

Les comparto este discurso de uno de los hombres con más lucidez   en la historia del siglo 20.

Muchos conocemos este texto por referencias o cada vez que se cumple un año más de la muerte de este gran pensador que luchó no sólo para que se respetaran los derechos de la gente de color, sino de todos los habitantes en el mundo.

Esto viene a referencia de la monstruosa decisión del congreso de los Estados Unidos para ‘aprobar’ la tortura en contra de ‘los enemigos’ del Imperio…

    

  

Discurso de Martin Luther King
  

Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de «fondos insuficientes». Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, «¿Cuándo quedarán satisfechos?»
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que «la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente».
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño «americano».
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: «Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales».
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
 ¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
 ¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, «Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad». Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.
Por eso,  ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire!  ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York!  ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania!  ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado!  ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso:  !  ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia!  ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse!  ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! «De cada costado de la montaña, que repique la libertad».
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: » ¡Libres al fin!  ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente,  ¡somos libres al fin!»

  • Washington, DC

28 de agosto de 1963

  

recomendaciones cinematográficas

octubre 3rd, 2006

Los colores del paraíso (Majid Majidi) 1999
Monalisa (Neil Jordan) 1986
La mujer prohibida   «La femme defendue» (Phillipe Harel) 1997

Esta semana tocan tres recomendaciones que comparten el tema de la pasión, el desamor, el engaño, la aplastante cotidianidad, la pérdida o la consolidación de la confianza, que en el amor, lo es todo.

Aunque, la película Los colores del paraíso, de este cineasta mágico,   Majid Majidi,   nos va a reconciliar con el gusto de estar vivos, porque Monalisa de Neil Jordan vaya que nos hunde en las obismos más oscuros de la perverción y el latrocinio, como suele ser su estilo, director provocador, perturbador.

Y para cerrar   La mujer prohibida, película de culto del director francés Phillipe Harel   es, sin duda, una película genial por el reflejo tan exacto que hace de la cotidianidad decadente de la clase media urbana; pero más que esto, la película es en sí toda una muestra de lo que una camara y un actriz tan deslumbrante como Isabelle Carré pueden llegar a lograr, repito, un trabajo actoral de Carré que a más de uno dejará pasmado.

Que las disfruten

P.F.